sábado, 27 de octubre de 2018

El general Serrano Bedoya y La Gloriosa

Lámina final de "Los Borbones en pelotas" que muestra el triunfo de la Revolución y los generales protagonistas, entre ellos Serrano Bedoya


En el número 14 de la plaza de la Constitución de Quesada hay una placa que dice:

"Aquí nació en 1813 el
General D. Francisco Serra-
no Bedoya, Ministro de
la Reina Isabel II."


No sé si es verdad que Serrano nació en esta casa de la que hasta 1931 se llamó plaza del General Serrano, antes de la Constitución y antes de la Villa. En esa casa en la que posteriormente estuvo durante mucho tiempo Correos. Imagino que sí. Pero lo que sí sé que es cierto es que jamás fue ministro de reina alguna, sino que lo fue de la Primera República. De hecho, Serrano participó activamente en la Revolución de 1868, llamada la Gloriosa o la Septembrina, que mandó a Isabel II y a su familia al exilio a fines de aquel mismo mes.

Hoy, aparte de esa placa equivocada y de algún artículo en la revista de ferias, poca notoriedad conserva Serrano en el pueblo y pocos saben algo de él. Sin embargo y durante buena parte del siglo XIX y comienzos del XX fue el personaje más famoso nacido en Quesada, tanto que se le puso su nombre a la plaza y jardín. Desde el punto de vista de la notoriedad y de la repercusión exterior fue el Zabaleta de su época.

Nota

El 1 de marzo de 2019, a iniciativa del alcalde Manuel Vallejo se ha cambiado la placa. La nueva, obra de la ceramista Consuelo Hurtado, dice:



La familia Serrano, hoy eclipsada, fue familia terrateniente y de las principales del pueblo, ostentaron a menudo los hermanos del general los puestos de alcalde y concejal, y políticamente se alinearon con las facciones liberales más o menos progresistas. Cuando en 1857 falleció el patriarca de la familia, Tomás Serrano, los diarios dieron, era el padre de un general ya conocido, la noticia remarcando su partidismo político: "El 16 del corriente falleció en Quesada, provincia de Jaén, el honrado y constante liberal don Tomás Serrano, padre del general Serrano Bedoya. Este anciano, que contaba 75 años de edad, militó siempre en las filas del partido liberal, por lo cual y por su firmeza de principios, fue objeto de las persecuciones que ha sufrido el partido en que estaba afiliado, sin que sus enemigos jamás consiguiesen entibiar su fe política, ni su carácter noble y enérgico." [1]

Uno de los hermanos del general, Pedro, fue comandante de infantería y se casó en Villacarrillo donde ocupó la alcaldía en varias ocasiones. Otro hermano, Ramón, fue alcalde de Quesada y el último de ellos en morir, el 9 de agosto de 1893. Hasta hace poco sobrevivió el Coliseo Álvarez-Quintero, teatro y luego cine, construido por las sobrinas del general, señoritas Serrano Rivera, cuyo nombre se dio a la calle donde estaba el local pero que sin embargo se conoció, hasta ahora, como del Teatro. Tan principal fue esta familia que no fue Serrano Bedoya el único de ellos que llegó a general.

El día diez de abril de 1844 nació en Quesada Manuel Serrano Ruiz, hijo de otro hermano del general, José Serrano Bedoya, y de su esposa Eduvigis Ruiz. Murió como gobernador militar de Melilla en 1904. Participó en las guerras de Cuba, fue gobernador militar de Manila y ocupó en 1890 la isla de Panopé, en las Carolinas Orientales, en medio de las tensiones que por la posesión de estas islas enfrentó a España con el Imperio alemán. 

También llegó a general de división uno de los hijos de don Francisco, José Serrano Aizpurúa, que murió en 1913, aunque este no nació en Quesada. 

A pesar de que la dicha placa sugiera lo contrario, Francisco Serrano Bedoya fue un militar revolucionario afecto a las filas progresistas, primero bajo la protección del general Espartero y más tarde de su pariente Francisco Serrano Domínguez.

Serrano nació en Quesada el 26 de octubre de 1812 o 1813 pues hay fuentes contradictorias[2] . Era hijo del mentado Tomás Serrano y de su esposa Ana Bedoya. Pasó la infancia y primera juventud en Quesada, hasta el 26 de julio de 1830 en que ingresó, como cadete, en el regimiento Provincial de Guadix. Iniciaba una larga carrera militar y política.

Participó en la primera y segunda guerra carlista interviniendo también contra los sucesivos levantamientos del Tradicionalismo. Su campo de acción fue el interior de Cataluña. El 12 de abril de 1838 recibió graves heridas de metralla durante la defensa de Sant Quirze de Besora.

Adquirió notoriedad en estos hechos y en 1840 fue nombrado ayudante de campo del general Espartero. Asociando su carrera política a la del regente quedó encuadrado en las filas progresistas, lo que le llevó al exilio en más de una ocasión. Cuando se retiró Espartero de la vida política, en 1856 al fin de Bienio Progresista, Serrano pasó a la órbita de la Unión Liberal fundada por el general O´Donnell.[3] La historia del siglo XIX es, desgraciadamente, tan enrevesada y cambiante que resulta a veces de difícil comprensión. La de los militares, con las continuas guerras carlistas, golpes, levantamientos, etc. más aún. Quien esté interesado en sus detalles puede acudir al Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia donde encontrará, muy detallada, la procelosa vida militar de don Francisco y sus numerosos hechos de armas. Solo añadir, para hilar este relato, que durante los gobiernos de O´Donnell fue ascendido a teniente general y nombrado director general de la Guardia Civil.

Retrato oficial como diputado de las
Cortes Constituyentes de 1854


Serrano nunca perdió su relación con Quesada donde conservaba propiedades y familia. Además, centró en la comarca y provincia sus intereses electorales. Fue diputado en cuatro ocasiones, siempre por la provincia o por alguno de sus distritos comarcales, Cazorla en 1858 y Baeza en 1869. A pesar de residir fuera llegó  actuar casi como un cacique político, manejando los hilos, “controlando” las elecciones, quitando y poniendo candidatos. Su control de la Guardia Civil, de la que fue director general en dos ocasiones, le facilitó estos manejos.

En las elecciones de 1858 venció a su contrario por 277 votos contra 62. Se le acusó de haberlo hecho mediante un tradicional y contundente pucherazo. En el periódico conservador "La España" se detallan las irregularidades de aquel día y las coacciones que, según el diario, sufrieron los electores para no votar al candidato conservador León González Ortiz: "Este retraimiento forzoso se evidenciaría con indicar que solo en Quesada, de cuyo pueblo es natural el general Serrano, aceptaron el consejo (no votar) 52 electores moderados"[4] Además de por razones políticas en distintas ocasiones volvió Serrano a Quesada por motivos familiares y personales, viajes que según la costumbre de la época quedaban reflejados en la prensa.[5]

La Gloriosa

En 1866 se produjo la primera crisis financiera española provocada por la quiebra de bancos y sociedades de crédito relacionados con la construcción de ferrocarriles. Esta crisis anunciaba el agotamiento y fin del reinado de Isabel II y su "Corte de los Milagros". La crisis financiera se acompañó de malas cosechas y fuertes carestías que aumentaron el descontento popular. El 2 de junio de 1867, 5 días antes de que Serrano visitara el pueblo, el Ayuntamiento de Quesada acordó suspender el padrón de pobres y mendigos, una especie de registro que les autorizaba a pedir públicamente limosna. La situación era tan mala que muchos que propiamente no eran pobres y no estaban incluidos en él, dada la pésima situación, se veían obligados a pedir por necesidad.

Pero Quesada, como casi siempre, no fue avanzadilla del cambio político. La Gaceta de Madrid de 5 de mayo de 1867, un mes antes de la cosa de los pobres, publicaba un entusiasta comunicado de adhesión a S.M. Isabel II, firmado por "el cuerpo electoral de la siempre noble y leal villa de Quesada, en la provincia de Jaén" en el que se protestaba "de la manera más firme y enérgica contra las tan injustas como preparadas y maliciosas publicaciones que osadamente se han permitido varios miserables extranjeros." Se trataba de una de las muchas ocasiones en las que la prensa extranjera se hacía eco de los indisimulados escándalos sexuales de S.M. Chanzas y burlas que no se limitaban a los de fuera sino que eran también corrientes en el interior del reino (véase el álbum de láminas satíricas titulado "Los Borbones en pelotas"). Pero el general sí participaba en las conspiraciones contra el gobierno isabelino y seguramente por eso ningún Serrano está entre los setenta y cinco firmantes.

Los primeros síntomas de lo que se avecinaba se manifestaron, como siempre en el siglo XIX español, entre los espadones militares. La madrugada del 8 de marzo de 1868 y como respuesta a los rumores de levantamiento, fueron detenidos en sus casas los más destacados generales de la Unión Liberal; encabezados por el señor duque de la Torre, don Francisco Serrano Domínguez, el "general bonito", primo y protector de nuestro protagonista, que había sido amante de la reina y ahora era uno de los principales cabecillas en su contra. También fue detenido don Francisco Serrano Bedoya. Los generales fueron desterrados a las Canarias y separados entre las distintas islas. A Serrano Bedoya le tocó Las Palmas.[6] Pensaba el gobierno del ultraconservador González Bravo que con esta operación había acabado con la amenaza de un pronunciamiento militar pero no fue así. Entre un descontento y malestar creciente la conspiración avanzaba, se extendía y era rumor de dominio  público. ¿Que pasa en Cádiz? Se preguntaba años después Valle Inclán en su "Ruedo Ibérico", y decía: "Fluctuación en los cambios. La Bolsa en baja. Valores en venta. El Marqués de Salamanca sonríe entre el humo del veguero. Un agente de cambio se pega un tiro: ¿Que pasa en Cádiz?"

Y pasaba que el 16 de septiembre, vía Gibraltar y procedente de su exilio de Londres, llegaba a Cádiz el general Prim. Dos días después, junto al jefe de la flota almirante Topete, se declaró en rebeldía a Isabel II. En paralelo, los generales unionistas habían escapado de su destierro en Canarias y volvían a la Península en el vapor Buenaventura. A bordo, los generales Serrano Domínguez y Serrano Bedoya. El 19 desembarcaron en Cádiz, ya en plena efervescencia revolucionaria y ese mismo día hicieron público un manifiesto revolucionario que se haría famoso y se conocería por su grito final: “¡Viva España con honra!” Lo firmaban Serrano Domínguez, Prim, Topete, Dulce, Serrano Bedoya...

"España con honra", manifiesto revolucionario firmado por Serrano Bedoya


Los rebeldes se dividieron en dos grupos, uno que al mando de Serrano Domínguez y por el interior avanzaba hasta Madrid. El 28 de septiembre derrotaron a las desmoralizadas tropas reales en la batalla de Alcolea. El otro grupo, encabezado por Prim al que acompañaba Serrano Bedoya, embarcó en la fragata Zaragoza y empezando por Málaga recorrieron los puertos del Mediterráneo hasta Barcelona extendiendo la revolución.

En Málaga, el 25 de septiembre, Prim y Serrano Bedoya fueron recibidos triunfalmente con repique de campanas, salvas de artillería y recorrido en coche descubierto entre aclamaciones por las calles de la ciudad... la proclama que dedicaron los generales rebeldes a los malagueños no fue menos vibrante.[7] Serrano Bedoya acompañó a Prim hasta Cartagena desde donde regresó a Málaga en la fragata Villa de Madrid, el 30 de septiembre, para ocupar la capitanía general de Andalucía y Extremadura. Ese mismo día la ya ex-reina Isabel II cruzaba la frontera por Irun y difundía una proclama-protesta amenazando con volver.[8]

El 3 de octubre la Junta Revolucionaria formada en Madrid encargó a Serrano Domínguez la formación de un gobierno provisional. Con él empezaba un trepidante quinquenio que conoció una efímera dinastía y una república. Para el general quesadeño parecía llegada la hora definitiva del poder y la gloria pero para él no fueron estos unos años sencillos.

El 25 de octubre fue nombrado director general de la Guardia Civil, cargo que ya había ocupado en uno de los gobiernos de O´Donnell. Compatibilizó este  cargo con la actividad política y unos meses después fue elegido diputado a la Asamblea Constituyente por el distrito de Baeza.

Retrato oficial como diputado de la
Asamblea Constituyente de 1869


Promulgada la nueva Constitución, el 18 de junio el general Serrano Domínguez fue nombrado por las Cortes regente del Reino con tratamiento de Alteza. El 16 de noviembre de 1870 las Cortes proclamaron rey al príncipe italiano Amadeo de Saboya. Tres semanas después moría Francisca, hija de Serrano Bedoya. A pesar del golpe, Serrano no flaquea y se presenta a las elecciones generales ganando el escaño del distrito de Cazorla. Obtuvo 5.809 votos sobre un total de 8.172. La situación política no era nada tranquila. De un lado los sectores republicanos y demócratas radicalizaban su oposición al nuevo rey.  Del otro, la derecha tradicional borbónica no lo aceptaba considerándolo un rey advenedizo e ilegítimo, miembro de una dinastía que acababa de privar al Papa de sus Estados Pontificios. Quizás por esto, porque era un gesto indirecto de rechazo, Ángel Alcalá Menezo, el de la novela, organizó en Quesada, junio de 1871, un homenaje de la derecha quesadeña al Papa.[9] Serrano pertenecía a lo que quedaba de la vieja Unión Liberal que, como el propio monarca, se veía presionada por ambas partes.

Serrano Bedoya seguía siendo director de la Guardia Civil y gozaba de una buena situación política por aquellos inestables días. A primeros de 1872 su nombre aparecía en la prensa como uno de los aspirantes a la cartera de Guerra.[10] Paradójicamente la prensa de la oposición lo daba como enfrentado a su protector, Serrano Domínguez, con motivo de las elecciones del 4 de abril; como causa las discrepancias en los candidatos de los distritos de la provincia de Jaén.[11] Los daban además los periódicos por derrotados a ambos pero no sucedió tal cosa. Si fue cierto que discutieron llegaron a un acuerdo y desde luego ambos resultaron elegidos. Domínguez por la capital y Serrano Bedoya por Cazorla donde dio un buen revolcón a otro quesadeño, el demócrata-radical Laureano Delgado Alférez, por 4.272 votos contra 679. Quizás fuera cierto lo que afirmaba cierta prensa de que para su elección se apoyaba en "los guardas de montes del Estado" y en su influencia como director de la Guardia Civil.[12]

A gran velocidad se descomponía políticamente el reinado de Amadeo. Se radicalizaban las posturas y los viejos revolucionarios se iban quedando cada vez más descolocados y cercanos a posiciones moderadas o incluso conservadoras. La inminente proclamación de la República y el gobierno de los federales no haría sino acentuar esta tendencia.

Para Serrano Bedoya empieza una etapa amarga, muy amarga en lo personal, que momentáneamente lo aparta de la vida política. Por esos días de las elecciones, a primeros de abril, recibía la noticia de que en la Habana había muerto de cólera su hijo Tomás Serrano Aizpurúa, comandante del regimiento de Cazadores de Antequera. No hacía aún dos años de la muerte de su hija Francisca. A Tomás, por la distancia, ni siquiera pudo enterrarlo. Su primera reacción fue renunciar al ministerio de la Guerra, que se le daba por seguro en el nuevo gobierno, alegando que no se encontraba en plenitud de ánimo.[13] Pocas semanas después, el 18 de junio, renunciaba a su cargo de director de la Guardia Civil y se apartaba de la vida pública.

La imposibilidad de formar gobierno obligó a una nueva convocatoria de elecciones que se celebraron el 24 de agosto. A estas ya no se presentó Serrano lo que dio ocasión de ganar el escaño, esta vez sí, a Laureano Delgado.

En septiembre Serrano se marchó a los Baños de Zújar, regresando a Madrid a finales de octubre. Durante estas semanas, además de “tomar las aguas” y visitar a la familia en Quesada, tuvo ocasión y encontrarse con su sobrino Manuel Serrano Ruiz, recién llegado de Cuba. Enfermo de paludismo, estaba de permiso en Quesada para reponerse. Manuel Serrano Ruiz era capitán del regimiento de cazadores de Valmaseda y participaba en la primera guerra de independencia cubana. Como su primo Tomás, muerto por el cólera, Manuel también era víctima de enfermedades contraídas en la guerra. El ejército español tuvo en Cuba más bajas provocadas por enfermedades que por la propia guerra. Tristes recuerdos traería al general el encuentro con su sobrino y compañero de su hijo recién fallecido. A su decaimiento anímico se sumaban los problemas de salud que lo mantenían a menudo en cama.[14] Su actividad pública y política es en estos meses es escasa, prácticamente nula.

La placa equivocada que estuvo colocada 
en la plaza hasta el 1-3-2019


A primeros del nuevo año, el 4 de febrero, el diputado Laureano Delgado, estrella emergente en la política local, presentaba en el Congreso varias proposiciones firmadas por vecinos de Huesa, Hinojares, Pozo Alcón y Quesada, que eran apoyadas por los respectivos ayuntamientos. Pedían “la abolición inmediata de la esclavitud en Puerto Rico”.[15] Apenas una semana después, el 11 de febrero, el rey Amadeo abdicaba y las Cortes, tras agradecerle sus servicios, proclamaron la República.

Si desde septiembre del 68 el ritmo político se aceleró, este primer año republicano fue directamente vertiginoso. Empezó 1873 con un rey y acabó  contando tres presidentes del Poder Ejecutivo de la República. Además, una rebelión cantonal y otra guerra carlista. Serrano, agobiado por sus desgracias familiares y sobrepasado por la evolución política, estaba cada vez más fuera de lugar. Incluso en su tierra los detractores levantan la voz: “…los pueblos de aquella provincia (Jaén) están puestos a merced de cuatro alcaldes de monterilla hechura de Serrano Bedoya” denunciaba “La Discusión” el 11 de marzo.

Pero no tenía Serrano la cabeza para estos ataques. En abril se vio obligado a viajar precipitadamente a Villacarrillo ante la grave enfermedad de su hija Eloísa, casada en aquel pueblo.[16] Murió en ese mismo mes. Era el tercer hijo que fallecía en apenas dos años. A fines de mayo, tras enterrar a su hija, vuelve a Madrid de donde ya no se ausentará salvo un corto veraneo en Panticosa y un viaje en octubre a “Andalucía”, es de imaginar que a Quesada y Villacarrillo.

Finalmente, el 3 de enero de 1874 se produce el golpe de estado del general Pavía que acabó con el gobierno de Castelar. Disueltas por la fuerza las Cortes, el general Francisco Serrano Domínguez asumió la presidencia del Poder Ejecutivo y estableció una dictadura republicana. Serrano Bedoya, que parecía acabado, volvía a la vida política de la mano de su pariente Domínguez en la que sería su etapa de más relumbrón. Ahora con un marcado carácter conservador muy lejos de su juventud progresista y revolucionaria.

La sucesión de nombramientos fue meteórica. El 19 de enero director general de Infantería, el 16 de marzo capitán general de Cataluña donde permanece hasta el 4 de septiembre de 1874. Ese día la Gaceta de Madrid de publicaba un decreto del presidente del Poder Ejecutivo de la República, refrendado por el presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta en el que nombraba al teniente general D. Francisco Serrano Bedoya ministro de la Guerra. Permaneció al frente del ministerio hasta el pronunciamiento militar de Martínez Campos el 29 de diciembre de ese año que restauró a la dinastía borbónica en Alfonso, hijo de Isabel II.

Gaceta de Madrid. El presidente del
Poder Ejecutivo de la República nombra
ministro de la Guerra a Francisco Serrano Bedoya.


Como se ve, la placa de la Plaza de la Constitución está claramente  equivocada. Serrano fue ministro de la República y no de Isabel II. Para cuando fue nombrado, Isabel vivía exiliada en Francia y sin expectativas de volver pues ni los propios partidarios de los Borbones querían su vuelta y proclamaron rey a su hijo Alfonso. Y no solo eso. Como se ha visto, fue partícipe activo en la revolución de septiembre del 68, la Gloriosa, que fue la que mandó al exilio a la reina.

A su salida del gobierno Serrano tiene sesenta años y  es un hombre mayor muy baqueteado por la vida. Se retiró de la política activa. En 1875 le compró a la Beneficencia de Úbeda el cortijo de Carpeta,[17] que le permitía estar cerca de los suyos en Quesada y Villacarrillo. En Quesada seguían sus hermanos Ramón y José actuando como personajes importantes  del pueblo en su calidad de grandes propietarios. Especialmente activo en la política local fue Ramón, varias veces alcalde y concejal hasta su muerte en 1893. Es de imaginar que también dieron ellos un giro moderado y conservador a sus viejos ideales progresistas. Desde luego no había ningún Serrano en la lista de quesadeños que manifestaron su adhesión al partido Democrático-Progresista, de origen republicano, el 12 de mayo de 1880.[18]

Quesada, su pueblo natal, iba cambiando y cada vez resultaba menos parecido al que conoció en su juventud y en sus viajes posteriores. En mitad del pueblo la plaza de la Constitución, antes de la Villa, tras su muerte del General Serrano, había dejado de ser un espacio abierto y diáfano en el que se celebraba el mercado. Hacía 1880 estaban plantándose los olmos del jardín algunos de los cuales sobreviven en la actualidad. Dedicar la plaza a jardín y paseo había obligado a los vendedores a instalar sus puestos en las calles o a ir deambulando por ellas con la mercancía a cuestas pregonándola a voces. Hasta que finalmente se instaló el mercado en el claustro del viejo convento, la situación fue algo caótica. Serrano tendría al ver los cambios la misma sensación que tenemos todos los mayores, y que tendrán los futuros mayores, de no reconocer el pueblo que se ha conocido.

Don Francisco Serrano acató al nuevo rey Alfonso XII y se incorporó a la nueva clase dirigente ya en calidad de “vieja gloria” y en los puestos de figurón que habitualmente se les reserva. En 1881 fue nombrado presidente del Consejo Supremo de Guerra y ese mismo año, el  nueve de septiembre, fue nombrado senador vitalicio del Reino. Para su nombramiento hizo falta retorcer un poco la flamante constitución de 1876 pues él nunca fue “Ministro de la Corona” como exigía su artículo 22, sino ministro de la República.

El 23 de septiembre de 1882 falleció en su casa de la calle Ballesta a las ocho de la tarde “después de una larga y penosa enfermedad”[19] La noticia tuvo gran impacto en la prensa de la época, que le dedicó elogiosos obituarios que siempre empezaban diciendo que nació en Quesada (Jaén). En ellos se le daba relevancia a sus aventuras durante las guerras carlistas y se evitaba su participación en la revolución que había expulsado a la que no dejaba de ser la madre del entonces rey y, por supuesto, se olvidaba que fue miembro del último gobierno de la República. Como senador que era y según estipulaba el reglamento del Senado, una comisión de senadores presidió su entierro. En algún momento, no sé cuando, con posterioridad a su muerte, el Ayuntamiento de Quesada decidió que la plaza se llamara del General Serrano Bedoya y así siguió hasta que en 1931 se proclamó otra República que se quedó con el nombre de la plaza.


 
Retrato de Serrano con motivo de su muerte en
La Ilustración Española y Americana







[1] "El Clamor Público" 25-3-1857

[2] Por ejemplo, su ficha de diputado en el Congreso dice 1813 mientras que la biografía de la Real Academia de la Historia da como fecha 1812.

[3] En noviembre de 1857 se dejaba ver en actos sociales junto a O´Donnell y otros generales unionistas. Por ejemplo, en la inauguración del Circo Gallístico (de pelea de gallos) de Madrid en Recoletos. "La Iberia" 18 de noviembre de 1857.

[4] "La España" 24 de noviembre de 1858.

[5] "El Imparcial" 7 de junio de 1867.

[6] "La Nación" resumen de prensa los días 8 y 9 de julio de 1868

[7] Concluía así: "¡Malagueños! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Soberanía Nacional! ¡Viva la marina Española! ¡Viva la unión del Pueblo y el Ejército! A bordo de la blindada Zaragoza. Rada de Málaga 25 de septiembre de 1868. Juan Prim. Francisco Serrano Bedoya." "Diario de Córdoba" 27 de septiembre.

[8] Que volvería "porque los eclipses de la razón y del honor son, gracias al cielo, muy pasajeros en España.” Se publicó en el "Courrier de Bayonne" y lo reproduce "La Correspondencia de España" de 1 de octubre. Por suerte para todos no volvió.

[9] “La Esperanza” 28-6-1871

[10] Ver, p. ejemplo, La Correspondencia de España 25-1-1872

[11] "La nación. Diario Progresista" decía el 8 de febrero de 1872: "Sentimos curiosidad, mucha curiosidad por saber lo que pasa en la provincia de Jaén, en materia de lecciones. Los generales Serrano Bedoya y Domínguez parece que están en disidencia, respecto del asunto que nos ocupa; tal proporción va tomando el asunto, que se temen disgustos de marca mayor. Lo original del caso es que los dos generales unionistas se disputan el derecho a sufrir una derrota. ¡Que cosas tan raras se ven!..."

[12] "La Época" 13-02-1872

[13] "La Esperanza" 9 de abril de 1872

[14] “La Correspondencia de España” 24-11-1872

[15] “Diario de Sesiones Congreso” 4-2-1873

[16] La relación del general con Villacarrillo fue grande pues allí se había casado y establecido años atrás su hermano Pedro, comandante de infantería, que llegó a ser alcalde  en 1869.

[17] Gines de la Jara Torres Navarrete. “Historia de Úbeda en sus documentos. Tomo II” Asociación Alfredo Cazabán.

[18] “La Discusión” 18-4-1880

[19] Obituario “La Correspondencia de España” 24-9-1882

sábado, 2 de junio de 2018

PAUL GWYNNE en QUESADA





¿Y quien fue Paul Gwynne?

Hace poco en “El Adelantado de Cazorla”, un libro que se publicó en 1935, encontré una referencia a otro titulado "The Guadalquivir. Its personality, its people and its associations", cuyo autor era un tal Paul Gwynne. La cita estaba en el prólogo del primero, donde el prologuista Alfredo Ramírez Tomé, que había sido redactor jefe del periódico ABC en los años veinte, dice que entre sus libros conservaba  "uno muy curioso, lujosamente editado en Londres en 1912". Hubiera pasado de largo sin prestar mayor atención al asunto si el sr. Ramírez Tomé no hubiera añadido que “por lo que afecta a nuestra zona, en el sumario existen capítulos como los siguientes: Quesada and the Sierra de Cazorla", “The cura of Burunchel", “Bujaraiza, Mogon, Santo Tomé and El Molar..."

¡Un viajero inglés en Quesada a principios del siglo XX! Jamás había oído hablar de semejante cosa. Seguramente su publicación original, en inglés y en Londres, hizo que pasara completamente desapercibido por estas tierras tan monolingües.

Digo publicación original porque existe una traducción castellana. La hizo en el año 2006 la editorial Renacimiento, de Sevilla. La introducción de esta traducción es de Antonio Miguel Bernal, y en ella está la poca información que parece existe sobre el sr. Gwynne: "no hemos podido reunir otros datos personales que los que él mismo deja constancia en el texto: que era inglés de nacionalidad, de familia modesta lo que, según él, le condicionó a seguir los estudios de ingeniería en vez de los de arquitectura como hubiese deseado y que el libro fue escrito a comienzos del siglo XX y publicado en versión original inglesa por la editorial Constable and Company de Londres en 1912.” Parece que, además de esta, escribió otra obra de asunto español titulada “The Bandolero”, de 1905 y cuyo contenido podemos imaginar.

Analizando los asuntos por los que se interesa Gwynne y los temas que parece dominar, deduce Bernal que su especialidad como ingeniero no estaba referida a la minería, sector que acaparaba entonces los intereses inversores ingleses. Más bien, se relacionaba con las obras hidráulicas y de riego, también en expansión. No es el típico relato de los viajeros románticos ingleses del diecinueve por Andalucía; no hay toreros ni flamencos ni bandoleros, personajes que ya debía de haber tratado en su otro libro. Es la narración del viaje que hizo por el río, desde su nacimiento a su desembocadura, con descripciones geológicas, históricas, paisajísticas y culturales. Entremezcla, como una especie de propina artística, relatos supuestamente históricos, de carácter romántico y por los que pululan, absolutamente fuera de lugar, condes y princesas, halconeros y pajes. Cuentos románticos vestidos de romance morisco, o Ángel Alcalá Menezo en inglés.

Fuera de estas disgresiones, que entonces quedaban bien, la obra tiene su seriedad . El viaje por el río comienza en su nacimiento, haciéndose eco de la vieja polémica sobre su orígen, si está aquí enfrente de Quesada o en la sierra de María, donde las más lejanas fuentes del Guadiana Menor. Sabe de lo que está hablando y, aunque parece que se decanta por el Guadiana, no le da demasiada importancia al asunto porque, cuando el río alcanza las llanuras, es como si dijera “Cualquiera que sea mi origen (…) todos mis ancestros están aquí representados; al menos algunas de estas aguas provienen de la verdadera fuente original”.

Gwynne viajó por la comarca durante los primeros años del siglo XX. Llegó a Quesada en tren, a la estación o apeadero de Quesada. Hoy el ferrocarril no tiene ninguna importancia en las comunicaciones de Quesada y sin embargo, en su momento y por raro que nos parezca, era la puerta de entrada para casi todos los viajeros que llegaban al pueblo. La historia de esta estación, y de la línea en la que se encuentra, merecería una entrada aparte que pendiente queda.

Hasta que, bien entrado el siglo, se construyó el puente de la Sierra de las Cabras sobre el Guadiana Menor, ir desde Quesada a su estación y viceversa era bastante complicado. Más o menos por aquellos años, Ciges Aparicio también llegó a Quesada en tren para pasar en el pueblo todo el verano de 1909. Del trayecto dejó escrito: “El viaje en caballería tenía que ser largo al través de un terreno quebrado y en ocasiones peligroso”. Y entre los peligros destacaba el cruce del río, sin puente, en una barca sujeta a un cable: “Ahora he de vadear en barca un ancho río…” [1] Todavía en los mapas del Instituto Geográfico aparece el topónimo “Venta del Barco”, en algunas ediciones "del Yeso", frente a las Hermosillas, por donde se cruzaba y vadeaba el Guadiana Menor.


Estación de Quesada. Con "tinta carmín" se reflejó en 1900, sobre la
minuta original del s. XIX,  la línea férrea y la estación de Quesada.



Paul Gwynne también llegó en tren, sorprendido porque junto a la estación no había pueblo, porque no se veía Quesada: “Lo cierto es que, incluso en la actualidad, la naturaleza de la región sigue dando continuas muestras de  perversidad, y así por ejemplo, las vías de ferrocarril parecen haber sido  construidas con la ayuda del Maligno. Jamás volveré a hacer el más mínimo caso al nombre de ninguna  estación de tren española. Ya la experiencia me había enseñado que la estación bien puede hallarse a tres o cuatro kilómetros de la ciudad a la que pertenece, pero cuando escribí a Ángel Pizarro para decirle que nos encontraríamos en la insignificante y abandonada estación de Quesada arriba en el monte —él tenía que  llegar desde Huéscar— yo no podía siquiera imaginar d profundo abismo que habría entre la realidad y lo que prometía el indicador de la estación.” Su amigo Ángel, que lo acompañará en el viaje, lo está esperando y sonríe imaginando la sorpresa de Gwynne: “mientras me veía mirar de un lado a otro en busca de Quesada preguntándome dónde diablos la habían puesto.”

Minuta del Instituto Geográfico, 1878, con el puente de la Sierra de las Cabras, "en construcción",
y una "barca de maroma" en la Venta del Yeso


El desplazamiento hasta Quesada, como el de Ciges y todos los viajeros de aquel momento, se hizo en caballería: “Tras esto, salimos de la estación y me llevó hasta tres mulas que estaban atadas a un eucalipto. Me ayudó a atar con correas mi equipaje a una de ellas y, cuando me hube recuperado de la sorpresa, avanzábamos por un camino polvoriento. Ángel tiraba de la mula libre para que avivara el paso y pudiéramos llegar a Quesada antes de la caída de la noche (…). La carretera de la estación nos hizo dejar atrás varios montes antes de llegar a  Quesada. Unas veces tuvimos que atravesarlos; otras, la carretera serpenteaba una y otra vez sin cesar para dejarlos a un lado. Frente a nosotros se erguía el Poyo junto a otras crestas de las Sierras de Cazorla y Pozo Alcon.” Con el “Poyo” se refiere al Poyo de Santo Domingo, el monte público justo enfrente de Quesada, por encima de Majuela.

Gwynne, tomaba notas y referencias geográficas de los lugares por los que pasaba y que, a veces, eran solo aproximadas. Dice, por ejemplo, que Burunchel  “se halla acurrucada en una ladera de la sierra de Pozo-Alcón” En alguna ocasión parece que se confunde hasta de continente y, conforme se acerca a Quesada, dice que “el terreno por el que avanzábamos era difícil y abrupto, a veces cubierto de pizarra gris, a veces con signos de erosión. El palmito enano, una pequeña palmera como del tamaño de una mata de grama, se ve con frecuencia en estas regiones montañosas. El corazón de la raíz, que se desentierra y luego se monda con una navaja de bolsillo, sabe a nueces.” Bueno está lo de la pizarra, inexistente en estas sierras calizas, pero el palmito comestible sólo se encuentra en Quesada en los supermercados.[2]





Pero fuera de estas pifias sus descripciones son bastante atinadas. Transcribo completo el resto del capítulo:

“Quesada es una pequeña población rural de unos seis o siete mil habitantes magníficamente situada y con vistas a los montes de pinos y robles de Cazorla por un lado y a la Sierra del Pozo por el otro. Un afluente del Guadiana Menor —supongo que se le da el nombre de Quesada— baña la región, que posee numerosos huertos de tentadores árboles frutales y viejos pozos entre las casas dispersas. La altura es demasiado elevada como para que los naranjos florezcan en gran número, pero los olivos son abundantes en las soleadas laderas de los montes circundantes, y gracias a ellos en la zona se produce aceite. También hay manantiales salinos, y en otros tiempos allí se acostumbraba a manufacturar sal.

Quesada es sumamente antigua. Fue reconquistada a los árabes en el año 1155, vuelta a recuperar más tarde, nuevamente reconquistada a continuación y así una y otra vez. En las manchas de terreno fértil rodeadas de baldíos de la zona también se produce el esparto y el cáñamo. En época de los árabes, sin embargo, estos parchecillos de suelo fructífero eran mucho mas productivos, pues también lo eran sus métodos de irrigación y siembra.

Llegamos a Quesada cuando el sol se ponía, después de adelantar a un grupo de campesinos  que volvían cantando del campo. ¿Que habrá en la tierra capaz de hacer tan  felices a unos hombres que no comen carne más que los fines de semana y rara vez prueban siquiera el pan blanco? Imagino que al llegar a casa les esperaba una cena a base de gazpacho, una especie de sopa de agua y vinagre con trozos de pan,  pepino y cebolla. Con suerte, a la hora del almuerzo habrían tomado un par de trocitos de queso manchego rancio y quizá incluso unas cuantas buenas aceitunas gruesas seguidas de algo de fruta y agua. Siguieron caminando alegres hasta el final del camino. Los más circunspectos del grupo eran un viejo sin dientes y una burra cargada con unas cestas repletas de herramientas. La burra no parecía prestar atención mas que a un hermoso burrito que no dejaba de curiosear de un lado a otro del camino desafiando a los campesinos con sus coces. La vieja burra mostraba una llaga en el lomo y tenía la piel cuarteada y llena de parches como si volviera de la guerra. Sin embargo, sus grandes ojos parecían llenos de satisfacción cuando su cría jugueteaba ante ella, y cada vez que se rezagaba, se hacía ligeramente a un lado y volvía las orejas.

«¡Buenas tardes, señores!», saludó Ángel, «¡Buenas tardes!» respondió de inmediato el grupo de campesinos, que luego nos observó pasar en silencio. Sólo se oían las pisadas de nuestras mulas y de la burra vieja. Algunos hombres caminaban descalzos y el resto llevaba alpargatas. El burrito nos adelantó al galope al entrar en el pueblo, donde los hombres dejaron de cuchichear pues en ese momento sonaban las «animas» de un campanario cuya pobreza denunciaba la única y monótona nota que podía ejecutar. El sol se hundía majestuosamente tras la lejana Sierra Morena.

Fue aquella una noche deliciosa. Nos alojamos en la casa de dos plantas de un amigo de Ángel, una casa con su propio jardín, situada entre Quesada y Belerda. Antes de irnos a dormir, volvimos dando un paseo al pueblecito para tomar un café y oír las discusiones entre los parroquianos de la cafetería y de la barbería adyacente. El camino estaba tranquilo y sólo se oía de vez en cuando en la distancia el sonido de las canciones y las risas de unas niñas. Nosotros éramos el acontecimiento del día.”


Ilustración que acompaña a las páginas dedicadas a Quesada


Al día siguiente, muy de mañana, salen a pie los dos viajeros para alcanzar el nacimiento del Guadalquivir. La descripción del paisaje es somera y ni siquiera  parece que llegaran al nacimiento del río, cuya determinación es cosa convencional y administrativa que para él poca importancia tiene.[3] Habla de forma general de la Sierra, de la fauna y de la flora confundiendo, como buen inglés, las encinas y los quejigos con los robles. Cuando queremos darnos cuenta ya está en el llano, cerca de Mogón.  Entremedias ha metido una de sus disparatadas historias caballerescas: “Desde Quesada llegaba al galope una partida de caza con halcón. La Sierra de Cazorla es conocida por la fama de sus halcones más que ningún otro lugar de Europa” (¡!) Son varias páginas de batallas medievales bastante improbables, que parecen sacadas  de una película yanqui de los años cincuenta o así. El resto del libro transcurre, como es lógico, aguas abajo.

Pero en los anteriores párrafos se puede reconocer Quesada. Las casas dispersas rodeadas de huertos son los cortijillos de la Vega y el Llano. Las salinas existieron hasta hace muy pocos años. La finca del amigo de Ángel, donde duermen, es sin duda El Chorradero, propiedad entonces de Laureano Delgado. Y la cafetería, café en el original inglés, seguramente el viejo casino o la fonda junto al ayuntamiento. Aquella tarde noche de principios del siglo XX, efectivamente, serían “la atracción del día…”

Muy interesantes son los párrafos que dedica a la gente que vuelve del campo y cuyo contento, a pesar de su extrema pobreza, le llama la atención y le extraña a la vez: “¿Que habrá en la tierra capaz de hacer tan  felices a unos hombres que no comen carne más que los fines de semana y rara vez prueban siquiera el pan blanco?” Lo de carne los fines de semana es un exceso porque no había fines de semana por aquí en aquellos tiempos, ni la mayoría comía mucha carne aunque fuera domingo. Pero lo llamativo de este pasaje es su paralelismo con el que escribió Ciges Aparicio en Villavieja, en su encuentro con el grupo de aceituneros, y que repitió, a finales de los años veinte en un artículo periodístico.[4]  La de Gwynne es una visión casi turística y lejana. La de Ciges, social y de denuncia:

“Uno de mis compañeros observa:

—Pero los andaluces somos muy sobrios. El aire y el sol nos alimentan.

Ella no comprende la ironía, y responde con vivacidad:

—!Ay, señorito de mi alma! Pues crea usted que estarnos ya hartos de alimentarnos con aire y con sol. Lo que ahora nos hace mucha falta para ver si echamos otro pelo, es un buen trozo de carne y tal cual pescadito de añadidura.”

Y finalmente, la prueba definitiva de que Paul Gwynne era inglés y protestante, seguramente furioso: Ni en sus relatos caballerescos medievales ni en la descripción del paisaje, en ningún sitio, se menciona a la Virgen de Tíscar. Debe ser una e las pocas cosas escritas sobre Quesada en la que no aparece ni Zabaleta ni la Virgen de Tíscar.




[1] “El desamor a la tierra”, Nuevo Mundo, 5 de agosto de 1909
[2] El palmito autóctono peninsular, que no es comestible, tampoco existe en Quesada porque es una especie costera.
[3] Para él  no está claro donde está exactamente dentro de esta sierra haciéndose eco de las discrepancias entre la Comisión Central Hidrológica que habla del cañón de “Aguas Frías” y el Instituto Geográfico que lo sitúa “en concreto en uno de los montes, llamado Poyo de Santo Domingo y muy próximo a Quesada, cuyos alrededores se conocen con el nombre de Siete Fuentes.”
[4] “Aire y sol”, La libertad, 6 de mayo de 1927.